Frontal, three-quarter, general, close-up, close-up, very close-up...The portrait throughout the history of art has adopted different forms, despite the fact that in most cases, by means of fairly established and closed formal and compositional rules. Strike me a pose is an exhibition that takes as its starting point the evolution and transformation of portrait by incorporating the work of artists such as Kevin Sabo, Sophie Vallance Cantor, Philip Gerald, Matija Bobičić and Magda Kirk. These artists explore contemporary ways of trackling the genre through novel formal and thematic approaches, ranging from working with latest subject matter and aesthetics to the inclusion of new individuals and subjectivities. Through the works presented, we analyze the ways in which current artists are related to the portrait -both consciously and unintentionally-away from the premises that originally generated this genre.
exhibition_text_english.pdf |
HEY! FOLLOW ME! IT'S HAPPY HOUR TIME!
17 DECEMBER 2020 - 12 MARCH 2021
Jordy Kerwick, Marria Pratts, Albert Pinya, Mike Okay, Bel Fullana, Philip Gerald
En un momento histórico en el que se nos prohíbe reunirnos, festejar y armar jaleo, donde prima la higiene y el orden por encima del caos y la diversión, “Hey! Follow me! It’s Happy hour time!” propone cambiar las cosas por un rato.
De la mano de Bel Fullana, Jordy Kerwick, Albert Pinya, Mike Okay, Marria Pratts y Philip Gerald se presenta una exposición con ambiente infantil, desinteresado, con un toque gamberro y absurdo. Esta colectiva le da la vuelta a la idea de happy hour - hora feliz en la que bares y restaurantes bajan el precio de las consumiciones para atraer a la clientela - para crear un momento alegre y fresco sin más aspiración que la de pasarlo bien.
Podríamos decir que las obras que se presentan no emiten juicios ante el mundo que les rodea, pero lo cierto es que juzgan e interpretan desde la perspectiva infantil e irónica con la que lo haría un niño que dibuja lo que ve, o una niña que pinta su alrededor, con el objetivo de expresarse y canalizar su presente, dotando aquello que representan de un cierto optimismo y humor, sin ni siquiera pretenderlo.
Como si de los invitados de una fiesta se trataran, las pinturas de estos seis artistas de distintas nacionalidades se reúnen en el espacio para celebrarlo todo y nada al mismo tiempo, para intentar evadirse o aligerar la situación actual a partir de trazos naíf, formas imperfectas, colores vivos y temáticas que, de tan actuales, resultan absurdas. Cada invitado aporta su propia personalidad al contexto:
Bel Fullana (Mallorca, 1985) lleva al extremo la estética del siglo XXI, del trap, del reggaetón y del postureo de las redes sociales, representado a partir de chicas ataviadas con medias de rejilla, bikinis, tatuajes y fuego. Sus personajes parecen posar sensualmente ante una cámara que en realidad es el trazo inconfundible de la artista, que las retrata con sarcasmo, poniendo de manifiesto los estereotipos incuestionables de nuestros días.
Mientras que Bel representa la actualidad desde las redes sociales y el mundo digital, Marria Pratts (Barcelona, 1988) lo hace desde lo que puede encontrar en las ciudades, observando aquelloqueleofrece la calle y la sociedad que la conforma. Su trabajo subraya constantemente las incoherencias y dilemas de nuestro presente más inmediato, interpretándolas desde un punto de vista positivo, buscando la belleza y el optimismo de aquello que le rodea partiendo de los detalles más insignificantes y de todo lo que en nuestro día a día pasamos por alto.
Por su parte, Albert Pinya (Palma, 1985) usa un trazo inocente para reflejar las relaciones que establece la sociedad con su entorno. Su obra revela contantemente símbolos de la cultura popular, constituyendo composiciones a menudo en horror vacui, que connotan un mensaje y que, por tanto, convierten el arte en un elemento comunicativo. El rechazo de l’art pour l’art – reivindicando siempre el papel expresivo de su obra – y su estética irónica e intencionadamente ingenua constituyen un estilo personal y reconocible al instante.
Philip Gerald (Irlanda, 1992), sin embargo, reivindica aquello inútil y puramente lúdico mediante colores planos y fluorescentes, caras exageradamente expresivas y figuras ambiguas creadas con programas rudimentarios de edición de imágenes. Así, su obra crea una disyuntiva visual en la que el mundo digital se traslada a los soportes más tradicionales de las artes plásticas. Escenas despreocupadas, personajes atrevidos y tonos llamativos conforman la obra de Gerald.
Por otro lado, la pintura de Mike Okay (Alemania, 1980) representa el mundo en miniatura que existe en la habitación de un niño crecido en el Berlín de los años ochenta. Su trazo imperfecto simula una mano infantil dibujando los coche de matchbox, los peluches y figuras de animales que conviven entre sus pertenencias. La forma de dibujarlos, así como los materiales y los tamaños de sus representaciones, aportan una nueva narrativa a los juguetes de su infancia, dotándolos de un enfoque pictórico que se adapta al marco artístico contemporáneo.
Finalmente, Jordy Kerwick (Australia, 1982) traslada el mundo tridimensional a imágenes bidimensionales a partir de colores planos, trazos toscos y ángulos afilados. Con ello, su pintura se mueve entre lo abstracto y lo figurativo, representando así bodegones y objetos que recrean naturalezas muertas, pero siempre en relación con aquello que le rodea, implicando su entorno doméstico y los objetos de su día a día. La técnica mixta evidencia la compresión de las formas y el color, los cuales aportan inocencia y sinceridad a sus creaciones.
Así, las pinturas de estos seis artistas conviven en esta exposición que transmite espontaneidad y buena energía, pretendiendo que la diversidad de sus obras cree un ambiente donde reine la positividad y se viva una “happy hour” en la que reír, divertirse y festejar sean una prioridad.
Texto por Belén Martínez.
De la mano de Bel Fullana, Jordy Kerwick, Albert Pinya, Mike Okay, Marria Pratts y Philip Gerald se presenta una exposición con ambiente infantil, desinteresado, con un toque gamberro y absurdo. Esta colectiva le da la vuelta a la idea de happy hour - hora feliz en la que bares y restaurantes bajan el precio de las consumiciones para atraer a la clientela - para crear un momento alegre y fresco sin más aspiración que la de pasarlo bien.
Podríamos decir que las obras que se presentan no emiten juicios ante el mundo que les rodea, pero lo cierto es que juzgan e interpretan desde la perspectiva infantil e irónica con la que lo haría un niño que dibuja lo que ve, o una niña que pinta su alrededor, con el objetivo de expresarse y canalizar su presente, dotando aquello que representan de un cierto optimismo y humor, sin ni siquiera pretenderlo.
Como si de los invitados de una fiesta se trataran, las pinturas de estos seis artistas de distintas nacionalidades se reúnen en el espacio para celebrarlo todo y nada al mismo tiempo, para intentar evadirse o aligerar la situación actual a partir de trazos naíf, formas imperfectas, colores vivos y temáticas que, de tan actuales, resultan absurdas. Cada invitado aporta su propia personalidad al contexto:
Bel Fullana (Mallorca, 1985) lleva al extremo la estética del siglo XXI, del trap, del reggaetón y del postureo de las redes sociales, representado a partir de chicas ataviadas con medias de rejilla, bikinis, tatuajes y fuego. Sus personajes parecen posar sensualmente ante una cámara que en realidad es el trazo inconfundible de la artista, que las retrata con sarcasmo, poniendo de manifiesto los estereotipos incuestionables de nuestros días.
Mientras que Bel representa la actualidad desde las redes sociales y el mundo digital, Marria Pratts (Barcelona, 1988) lo hace desde lo que puede encontrar en las ciudades, observando aquelloqueleofrece la calle y la sociedad que la conforma. Su trabajo subraya constantemente las incoherencias y dilemas de nuestro presente más inmediato, interpretándolas desde un punto de vista positivo, buscando la belleza y el optimismo de aquello que le rodea partiendo de los detalles más insignificantes y de todo lo que en nuestro día a día pasamos por alto.
Por su parte, Albert Pinya (Palma, 1985) usa un trazo inocente para reflejar las relaciones que establece la sociedad con su entorno. Su obra revela contantemente símbolos de la cultura popular, constituyendo composiciones a menudo en horror vacui, que connotan un mensaje y que, por tanto, convierten el arte en un elemento comunicativo. El rechazo de l’art pour l’art – reivindicando siempre el papel expresivo de su obra – y su estética irónica e intencionadamente ingenua constituyen un estilo personal y reconocible al instante.
Philip Gerald (Irlanda, 1992), sin embargo, reivindica aquello inútil y puramente lúdico mediante colores planos y fluorescentes, caras exageradamente expresivas y figuras ambiguas creadas con programas rudimentarios de edición de imágenes. Así, su obra crea una disyuntiva visual en la que el mundo digital se traslada a los soportes más tradicionales de las artes plásticas. Escenas despreocupadas, personajes atrevidos y tonos llamativos conforman la obra de Gerald.
Por otro lado, la pintura de Mike Okay (Alemania, 1980) representa el mundo en miniatura que existe en la habitación de un niño crecido en el Berlín de los años ochenta. Su trazo imperfecto simula una mano infantil dibujando los coche de matchbox, los peluches y figuras de animales que conviven entre sus pertenencias. La forma de dibujarlos, así como los materiales y los tamaños de sus representaciones, aportan una nueva narrativa a los juguetes de su infancia, dotándolos de un enfoque pictórico que se adapta al marco artístico contemporáneo.
Finalmente, Jordy Kerwick (Australia, 1982) traslada el mundo tridimensional a imágenes bidimensionales a partir de colores planos, trazos toscos y ángulos afilados. Con ello, su pintura se mueve entre lo abstracto y lo figurativo, representando así bodegones y objetos que recrean naturalezas muertas, pero siempre en relación con aquello que le rodea, implicando su entorno doméstico y los objetos de su día a día. La técnica mixta evidencia la compresión de las formas y el color, los cuales aportan inocencia y sinceridad a sus creaciones.
Así, las pinturas de estos seis artistas conviven en esta exposición que transmite espontaneidad y buena energía, pretendiendo que la diversidad de sus obras cree un ambiente donde reine la positividad y se viva una “happy hour” en la que reír, divertirse y festejar sean una prioridad.
Texto por Belén Martínez.